JESÚS Y LA SAMARITANA (Juan 4, 1-42).


EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN EN LA FE.


Oración: “Señor, a medida que medito este pasaje quiero pedirte que me lleves a ver que cada momento de la vida goza de matices espirituales. Rompe en mí la idea de la evangelización como un evento aislado y programado. Abre mis ojos a las abundantes oportunidades que existen a mí alrededor en medio de lo ordinario y cotidiano. Amén.”

MINISTERIO AL PASO
Despacha a los discípulos a comprar comida ya que cuando no le donaban alimentos debían recurrir al uso del dinero para comprar. O ¿para que no le estorben?
Todo comienza con sentarse a esperar. Jesús convierte un hecho ordinario en extraordinario. Un momento casual en una experiencia causal.
Sutileza de Jesús de convertir algo tan cotidiano como un vaso de agua en un pretexto para un diálogo improvisado, en una ocasión para compartir su Buena Noticia.
Se sienta cansado junto al pozo de Jacob. Pozo de una fe heredada, tradicional.
Ver este encuentro en el marco del año de la fe representada en el pozo de la Religiosidad popular.
Jesús aparte de cansado, se muestra limitado por no tener con que sacar el agua. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera tenido esta limitación? (Hch. 3,6).
Circunstancialmente una mujer samaritana. (Analogías: travesti, trans, lesbiana, gitana, etc.). Acostumbrada a tratar con los hombres (había tenido 5). Habituada al trato discriminatorio, con cayos en su sensibilidad.
En el momento del día más inoportuno, medio día. Seguramente por su prontuario era el único momento que podría ir cuando no fuera nadie.
Jesús convierte un momento no planificado en una oportunidad ministerial.
Los ojos con que Jesús ve la escena son la clave para bendecir la vida de una persona acostumbrada al maltrato y la maldición. Cero pre-juicio.
Recordemos el fracaso de sus enviados en otra entrada en Samaría (Lc. 9, 52 ss)

FACTOR SORPRESA (v. 7-12)
Había tensión en el encuentro. Samaritana y judío, mujer y hombre. Ella jugaba con el favor de ser local y Jesús, visitante.
Jesús conocía su prontuario (diferente actitud la de Ananías con Saulo en Hch. 9,13-16 o Samuel con Eliab en 1Sam. 16,7).
Jesús la descoloca: “Dame de beber” recordamos el “Tengo Sed” (Jn. 19,28). Como si un Obispo le pide la bendición a un evangélico. Como si un protestante te pide una estampita de la Virgen. Un miembro de la ACA le pide a un pentecostal que le enseñe a leer la Biblia.
Aventurarse a situaciones que no están bajo nuestro control. Surge la inseguridad ante ambientes que no conocemos las reglas de juego. Situaciones donde no nos sirven las palabras o estrategias aprendidas y surge la vulnerabilidad. Resistencia a la Conversión Pastoral.
Jesús enfrenta el odio y desprecio que llevaba siglos de raigambre. ¿Cuáles son nuestros prejuicios arraigados?
Ella acostumbrada a la indiferencia no espera siquiera le dirija la palabra.
Jesús usa el factor sorpresa de la no indiferencia. Cuando ella esperaba que ese judío mirara para otro lado, le habla. Cuando espera que la ignore, el se acerca a saludarla. Cuando espera condenación, él se dispone a bendecirla (Ej: Saqueo, Mateo). La actitud de Jesús le demuestra que la estaba esperando.
Jesús rompe esquemas, no respeta nuestras reglas de juego. Sale del molde esperado. Frente a la confrontación de ella, pone la otra mejilla. Se muestra vulnerable o sensible frente a los “Peros” de ella.
Jesús ignora el cinismo o sarcasmo de ella (vs. 11-12). Sabe que más que esa agresividad esconde una actitud defensiva.
Jesús con paciencia intenta llevarla del plano físico al espiritual, sin desanimarse, despertando en ella la curiosidad. Ha abierto una puerta que no tiene intención de desaprovecharla. Sabe encontrar el punto de interés en ella pues es mujer y sabe que es curiosa.

AGUA ETERNA (v. 13-15)
Ella revela su incapacidad de captar el sentido de las palabras de Jesús. Hoy decimos que a la gente no le interesan las cosas espirituales.
Nosotros hacemos lo mismo, somos lentos para percibir el sentido espiritual de las cosas de la fe. Enfocamos todo al plano visible. (2Cor. 4,18).
Jesús no se desanima ante la incapacidad de entender de ella. La espera con paciencia, va a su paso (ley de la gradualidad).
Jesús le pide agua (¿Le habrá dado finalmente el agua?) y ahora le ofrece agua a ella. De otro pozo, pues de ese que bebió hasta ahora siempre la sació hasta ahí. Llegó a su techo. ¿Cuál es el pozo dónde bebe hoy la gente?
Recordemos a Nicodemo. Síndrome del desencanto. ¿No estará la Iglesia en esta situación? ¿No están los curas y consagrados en esta situación?
Jesús utiliza una sabia analogía para mostrar que solo Dios puede saciar.
Quien ha padecido sed por una larga travesía, sabe que el agua sacia profundamente. El cuerpo revive por la acción del agua.
De igual modo el agua que ofrece Jesús suple la necesidad existencial y trae refrescante plenitud de vida que toda persona, que sin saberlo, está buscando. Solo Dios provee aquello que saciará los anhelos más intensos de nuestro ser.
Esta agua tiene vida propia y nos convierte en portadores de agua viva para saciar a otros. Quien no la comparte corre el riesgo de terminar bebiendo agua estancada o convertirse en cisterna agrietada (Jr. 2,13).
Ella luego de recibirla, la compartirá (v. 28)
A esta altura sigue en el plano de la conveniencia humana: “Cualquier cosa que me ahorre el viaje” (v- 15). Es cierto que hoy la gente le escapa al compromiso y prefiere la Ley del menor esfuerzo. Creo a mi manera.

¿Y AHORA QUÉ? (v. 16-20)
Oración: “Señor, cuánta gracia veo desplegada en la conversación que tuviste con la mujer samaritana, ¡Vísteme de la misma tierna compasión! Quiebra mis prejuicios y dame un amor genuino por las personas. Quiero traer bendición a sus vidas, la misma que disfruto cada día yo. Gracias por el agua que me has dado. Amén.”
Aparentemente para nosotros comienza un diálogo moral. Un juicio sobre su conducta moral, socialmente promiscua. Ella pisa el palito y sincera su corazón. Por acá, por el pecado, hubiéramos comenzado nosotros sin tanto rodeo, desde una fe moralista.
En realidad Jesús le muestra que su comportamiento, reconocido y de público conocimiento, manifiesta que esa sed de amor mendigado es el que El quiere saciar. Le hace ver la raíz de su conducta.
Sus fracasos son manifestación de pedirles a los hombres, de forma recurrente y reincidente, sacien con agua de afecto la sed insaciable del Amor eterno.
Este deschave la eleva a un plano espiritual al reconocer su fracaso en el Amor y revela su profunda soledad.
La fe es fruto de un encuentro personal, no de un cambio moral (ley), esta será una simple consecuencia posterior.
Ella se siente sorprendida y comprendida, no acusada como hasta ahora y eso le permite sincerarse consigo misma frente al Amor verdadero. (La mujer adúltera Jn. 8, 10-11).
La verdad es una piedra preciosa que seduce a quien se la coloca en la mano, pero hiere a quien se la arroja en la cara.
Jesús ve en ella lo que otros no, no tiene pre-juicios. Es una mujer con un profundo dolor interior, una profunda sed de amor, aceptación y compañía, pero que ha enterrado profundamente esa necesidad bajo una fortaleza cínica (máscara – apariencia) de modo que ella no pueda ser herida nuevamente.
Jesús escudriña su corazón y le dice: “Mujer tienes un vacío que los hombres no pueden llenar. Es hora de que nos dejemos de rodeos. Tú has tenido muchos fracasos en relaciones románticas, buscando tu Príncipe Azul. ¿No es cierto? Se que eres en realidad, una persona solitaria. ¿Cuánto tiempo vas a seguir bebiendo de ese pozo? ¡Es hora de admitir que necesitas un tipo de agua diferente!
¿No deberíamos mirar a la sociedad desde esta perspectiva como Iglesia?
v. 19 “Veo que eres un profeta”, alguien que habla en nombre de Dios y tiene su mirada. Ella va pasando de lo humano a lo espiritual, por la pedagogía paciente de Jesús. “Si este hombre fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora, conocería a la mujer y lo que es.” (Lc. 7,39)

¡ATRAPADA SIN SALIDA! (v. 20)
Podríamos pensar que ella quisiera escapar de esa situación incómoda, desnudada su alma ante el profeta. Parece cambiar de tema olímpicamente.
Otra posibilidad es que ella busca en el baúl de su formación religiosa, pues los conceptos no concuerdan con su nueva experiencia. ¿Dónde está la verdad? ¿Dónde está Dios realmente? (Mt. 13, 52).
Cuando una persona tiene una experiencia de encuentro, todo lo que supo hasta ese momento entra en crisis. Síndrome apologético que desnuda la inseguridad.
Vale traer a la memoria el encuentro anterior de Jesús con Nicodemo (3, 1-21), en la diferencia de su condición está el hilo de la enseñanza.
Nicodemo era hombre, ella mujer. “te agradezco no haber nacido gentil, o esclavo o mujer.” Rezaban los judíos.
Nicodemo era moralmente respetable, pero ella inmoral. El tenía currículum y ella prontuario.
Nicodemo era de pédrigue, ella, una paria de la sociedad.
Nicodemo era conocedor de la Biblia y ella una ignorante.
Nicodemo buscó a Jesús por temas espirituales y ella por algo material, agua.
Nicodemo era digno y serio en su planteo, ella cínica, superficial y chabacana.
Los extremos se tocan. Juan muestra que ambos tienen la misma necesidad.
Nicodemo: No interesan tus éxitos y tu importancia ante los demás, la noche de tu vida demuestra que necesitas nacer de nuevo ¿no le dirá esto a la Iglesia?
Mujer: No importan tus fracasos y desprecios ajenos, necesitas del agua que sacie tu sed de amor y sentido y dejes de mendigar. (Hijo pródigo).
Nicodemo lo encontró por que lo fue a buscar, ella fue encontrada por que Dios salió a buscarla.

ADORADORES DE VERDAD (v. 21-26)
Jesús le muestra que el tiempo es superior al espacio. Ella habla del dónde (Cerro o Jerusalén) y el le habla del cuando (En Espíritu y en Verdad).
La Verdad es superior a la idea que se logra con la formación.
La Fe no es fruto de la acumulación de contenidos (formación), sino de un encuentro personal.
La misma crisis de ideas provocó en Nicodemo “¿Cómo un viejo puede entrar nuevamente en el vientre de su madre?” Nos volvemos ingenuos en los planteos a los ojos de Dios.
La invita a pasar de las formas (lugar, ritos) a la esencia de la fe (adoración).
Jesús habla de “Verdaderos Adoradores” en contraposición de los “falsos adoradores.” Parábola del fariseo y el publicano en el templo, etc.
Pone énfasis en el “Ser” más que en el “Hacer” que permite “Aparentar” (sepulcros blanqueados).
v. 25-26 Cuando ella finalmente expresa su Esperanza, Jesús se revela como Mesías: “Yo soy, el que habla contigo”. Como un parto: Rm. 8,22 o Gal. 4,27.
Oremos: “Señor, yo sé que en mi vida lucho con la tentación de ser cumplidor, es decir de limitar mi relación contigo a un serie de eventos por semana. ¡Líbrame de esa tendencia a aparentar! Dame un oído atento a tu invitación permanente a la intimidad contigo. Revélate en mi paso por la calle, en mi hogar, en mi trabajo en caritas, para que mi día íntegro pueda ser una contemplación de tu persona. ¡Haz de mí un verdadero adorador! Amén”

PREGUNTAS Y RESPUESTAS (v. 27. 31-34)
Providencialmente vuelven los discípulos luego de revelarse a la mujer.
Jesús aprovecha toda circunstancia para su tarea de Formador. Sabe que ha roto los esquemas, escandalizándolos, conversando con una mujer y encima samaritana. Ellos quieren que coma y parece que alguien le dio de comer.
Jesús añade a la experiencia de formar en toda circunstancia, el diálogo y el discernimiento como ingredientes necesarios para una experiencia transformadora.
Sus palabras muestran la necesidad de estar atentos a las oportunidades que el Padre crea. No duda que el encuentro en el pozo de agua fue programado y dirigido por el Espíritu (Ef. 2,10). Diferente es andar en el Espíritu que en mis propios criterios empachados de prejuicios que son la máscara de la inseguridad.
Discernir en donde el Padre ya se está moviendo. Escuchar al Espíritu que nos guía en toda circunstancia que llamaríamos casual. Dios nos guía por situaciones inesperadas o poco probables.
La obra de Dios tiene pequeños inicios (mostaza) y grandes finales.
Los discípulos no veían el diálogo con la samaritana como oportunidad de Dios.
Jesús muestra que en la circunstancia del pozo percibe que ya el Padre estaba obrando en la vida de esa mujer. El dócilmente unió su complicidad a lo que el Padre ya estaba haciendo.

LEVANTAR LOS OJOS (v. 35)
Es llamativo que Jesús a sus discípulos le insita sobre la cosecha y no sobre siembra. ¿Estaremos más formados a sembrar y no a cosechar?
Jesús aprovecha la genialidad de la analogía de la cosecha (siega), tarea artesanal a la que se debían dedicar todos pues solo había pocos días para realizarla. Hoy las grandes cosechadoras manejadas por un chofer realiza la tarea en pocas horas. Pensamos evangelizar por los grandes medios de comunicación y eximirnos del contacto personal, del trabajo artesanal.
Levantar los ojos para ver en conjunto y ver el momento oportuno. Mirar para el piso es signo de estar preocupados por nosotros mismos.
Muchas de los encuentros personales y milagros en el evangelio fue por que Jesús levanto los ojos y posó su mirada en alguien y también en el Padre.
Hbr. 11, 1 dice “La fe es la garantía de los bienes que se esperan y la plena certeza de realidades que no se ve”. Jesús cree que el Padre está obrando.
Oremos: “Concédeme esa visión, Señor. Cuántas oportunidades deben haber desfilado delante de mis ojos cada día sin enterarme siquiera de que tú me invitabas a unirme a lo que tú estás haciendo alrededor de mí. Señor, quiero que tú cuentes con mis manos a la hora de levantar la cosecha. Para eso levanta mis ojos y permite que vea más allá del rostro de la gente con la que me cruzo, a la realidad de sus corazones. Seguramente que verlos será el primer paso para responder a las oportunidades que tú traes a mi vida. Líbrame de tener una mirada pasiva.”

COMPLETAR LA OBRA (v. 36-38)
Solo quien levanta los ojos con una mirada de discípulo sabe que espiritualmente hay una gran cosecha que espera que algún cegador la levante.
Los campos rubios con espigas de trigo presentan la más clara evidencia de la bondad de Dios hacia su pueblo. (Lluvia, buen tiempo, ausencia de plagas).
Tanto el que siembra como el que cosecha comparten la misma bendición. Lo que se recoge es el fruto del esfuerzo de muchos y no de una sola persona o un grupo.
No es más importante el que siembra que el que cosecha. Aunando esfuerzos se disfruta comunitariamente del resultado, pues entre la siembra y la cosecha se necesitó de la lluvia de Dios.
“Yo planté, Apolo regó, pero el que hizo crecer fue Dios. De modo que el que planta no es algo, ni tampoco el que riega, sino Dios que hace crecer” (1Cor. 3,6-7).
v. 38: El nos envía a cosechar donde otros han sembrado con mucho sacrificio y dolor, aprovechemos ese trabajo ajeno, no sea que mañana nos reprochen que ese esfuerzo de ellos fue en vano.
Jesús sabe que el Padre está obrando en el pueblo samaritano y se prepara para la cosecha. (Hbr. 11, 1)

OLA EXPANSIVA (v. 28-30 y 39-42)
Tan personal y profundo fue el encuentro de esta mujer con Jesús que “Dejó ahí el cántaro y corrió al pueblo.” Nuestros motivos, muchas veces son cómplices de las excusas del Amor de Dios.
Vengan a ver al Cristo, (no ya al profeta), que conociendo mi prontuario no me rechazó “A quien mucho se le perdona, mucho ama” (Lc. 7,47).
Una persona impactada por el encuentro con Jesús, impacta a otros.
Ella no había hecho un cursito de formación para impactar a otros.
Que diferente resultado con el otro paso por Samaría (Lc. 9,51-56), cuando dejó la tarea en manos de sus discípulos.
Ella como Felipe con Natanael, simplemente los invitó a conocerlo y tener también un encuentro personal, que les disipara todas las dudas. Tenía asegurado el no, y por eso fue por el sí. (Jn. 1,45).
Ella no trató de convencerlos con argumentos teológicos para aceptarlo, sino de compartirlo a Jesús.
Jesús no solo logró neutralizar el odio entre judíos y samaritanos, sino que vivió con ellos. “Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo” (Ap. 2,20).
El instrumento menos cualificado a los ojos humanos, fue para Dios el más estratégico. “Dios elige lo que el mundo desprecia” (1Cor. 1,28).
Dios no elige a los capaces, sino que capacita a los que elige.
Algo tan insignificante como detenerse a hablar con un extraño, impactó la vida de toda una aldea. Para Jesús, nadie es extraño o desconocido.
El mundo no necesita Maestros, sino testigos.
Nosotros no tenemos la capacidad de percibir el potencial en nuestras acciones, y es por esto que necesitamos que el Espíritu nos indique las oportunidades que él ha preparado de antemano para que nos involucremos en ellas.
“Se quedó dos días” ¿Les habrá dado el cursito pre-bautismal?
v. 41-42 “Ya no creemos por lo que nos haz contado. Nosotros mismos lo hemos escuchado…” “¿quién dice la gente que soy?” (Mt. 16,13-17).
Hoy día también Jesús se quiere revelar personalmente, pues está vivo entre nosotros y no es un simple concepto o personalidad histórica. (Ap. 2,20).
Jesús cumplió su promesa: “Y cualquiera que les dé de beber un vaso de agua porque son de Cristo, yo les aseguro que no quedará sin recompensa.” (Mc. 9, 41).

Afectuosamente, Daniel Gassmann.

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