¡Hola! ¿Cómo éstas?

Una vez más nos volvemos a encontrar para compartir una nueva meditación y así seguir alimentando nuestra vocación como Voluntarios de Cáritas Buenos Aires y de otras tareas.

En esta ocasión veremos cómo poder "sanar" nuestro espíritu "lisiado" sabiendo que no somos indiferentes ante la mirada de Jesús: Él nos propone que tomemos su mano y que confiemos...
¡ Acordate que podés compartirlo también con tus contactos!
¡Un gran abrazo y bendición que te hagan sentir una caricia en el alma!

P.D: Cuando la leas ten en cuenta que "Cualquier semejanza con tu realidad es pura Providencia"



Habituados a la Indiferencia 

(Meditación – 15 º semana)


Hoy me detuve a reflexionar en: (Juan 5) sobre la curación de un paralítico que todos los días iba a buscar una bendición durante años y nunca superó su situación, hasta que “Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y camina” (Juan 5,8). El relato me resultó tan impactante que se me ocurrió preguntarle al mismo protagonista ¿Qué fue lo que sucedió? Luego de un rato de espera, este protagonista me contó:
- Yo, el hombre paralítico del estanque de Bethesda había escuchado con entusiasmo historias de Jesús sanando por toda la región. Imagina… “pueblo chico, infierno grande”, todos contaban impresionantes historias de Jesús, pero yo no lo conocía personalmente. Me encontraba atrapado en mi enfermedad, diariamente esperaba un gesto de compasión, pero acostumbrado a la indiferencia. En ese momento no reconocí a Jesús. ¡Pero Él conocía todo sobre mí! El Señor llegó hasta mi vida, en medio de mi resignada miseria, bañada en pena. ¡La misericordia estaba a punto de interrumpir mi vida! El Señor se enterneció por los sufrimientos de la enfermedad de este pobre hombre, y lo único que Jesús me pidió que hiciera fue creer en su Palabra y actuar de acuerdo a ella. “¡Levántate! ¡Toma tu camilla! ¡Aléjate de esta escena!”.
- ¿Cómo hiciste para creer que podías levantarte?
- Más tarde, después de la sanidad que recibí, volví a encontrar a Jesús en el templo y hablé con El. Ya podía decir que lo conocía y confiaba en El. Sin embargo, cuando estaba acostado en el estanque desamparado y desesperado, me di cuenta que enfrentaba la decisión más grande de todos mis años de dolor. Una palabra de salvación y esperanza había llegado a mí, y me sentí confrontado: ¡Levántate por fe, o quédate ahí compadeciéndote y muere en soledad!
- Explícate mejor, le dije.
- Yo podía haber permanecido acostado junto al estanque en mi incredulidad, rehusando moverme. Ya me había resignado. Mi experiencia me hacía pensar dentro de mí “No funcionará. ¿Por qué Dios me elegiría a mí entre toda esta multitud para sanarme? Es mi destino morir en esta situación”. Jesús no podría haberme levantado en contra de mi voluntad. Sabía que tenía que creer que mi clamor había sido escuchado y que el tiempo para ser liberado había llegado. ¡Era ahora o nunca!
- ¿Cómo lograste entender lo sucedido en tu vida?
- Fue cuando El enfrentó a las autoridades religiosas por mi causa: “Respondió entonces Jesús y les dijo [a los Judíos]: En verdad, en verdad les digo: no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente, porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas les mostrará, de modo que ustedes se admiren” (Juan 5,19-20). En esencia, Jesús estaba diciendo a los religiosos incrédulos, “Mi Padre lo ama y quería sanarlo, y así lo hice. Yo hago sólo la voluntad de mi Padre.” Ahí comprendí que era la voluntad de Dios, el amor de Dios, el deseo de Dios, que yo fuese completamente curado.
- ¿Qué consejo nos darías para los que frecuentamos también la fuente de sanidad en la Eucaristía, los sacramentos?
- ¡Es difícil creer que Dios todavía te ama cuando estás abatido y débil!, cuando los años han sido malgastados; cuando el pecado ha lisiado tu cuerpo y tu alma, cuando te sientes sin ningún valor y piensas que desagradas a Dios y te preguntas ¿por qué El se fijaría en mí? Se necesita una fe como de niño para poder aceptar ese amor y con ella decir: “¡Señor, sólo por tu palabra, me levantaré y caminaré – contigo!”
Tú no tienes que entender todas las doctrinas sobre la conversión, el pecado y la religión. ¡Puede que haya quien no conozca a Jesús de una manera profunda y significativa! Pero hay tiempo para eso; todo podrá ser conocido si das el primer paso de obediencia, te levantas, y vas hacia el Señor. “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” (Juan 7,17).

PD: “Cualquier semejanza con tu realidad, es pura Providencia” (dalugas@gmail.com)
 Habituados a la indiferencia
Para meditar en comunidad o en la intimidad del corazón:
-¿Recordás algún momento en que hayas estado “lisiado” espiritualmente? ¿Te entregaste a la Fé en Dios para superarlo?
 - Cómo podes ayudar a “sanar” en tu comunidad a través de la palabra de Dios a personas que se encuentren abatidas y débiles?
 ”¡Señor, sólo por tu palabra, me levantaré y caminaré – contigo!”

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